Recuerdo mi situación en el mapa: Uyuni, Bolivia. Después de un largo y cómico trayecto para salir de Chile. Mi primera intención era ir de Chile a Argentina para encontrarme allí con Aline y tal vez con Eneko y dejar Bolivia para el final, porque tenía ganas de recorrerla con Amanda en agosto. Pero el destino es caprichoso….
Al bajarme del autobús en Uyuni tuve la sensación de haber aterrizado en medio de una película del oeste de hace por lo menos 50 años, donde en vez de vaqueros habían cholitas y en vez de indios turistas. Hacía mucho viento y el polvo se metía en los ojos. La ciudad en sí es fea. Color marrón y sin ningún interés. Pero está llena de turistas debido a su proximidad al salar.
Meredith, Kate y yo contratamos un tour de 3 días, con la compañía Cristal, para visitar el salar de Uyuni.
Salimos dos jeeps. En uno de ellos íbamos Kate, Meredith, Marc y Oriol (de Manresa), Jonh (Venezuela pero vive en Manresa) y yo. Y en el otro iban Rosa (argentina), Iñaki (vasco), Giuseppe (italiano), Andrey (ruso) y Jena y Charlotte (francesas).
Cuando haces el tour hay una ruta ya marcada que todos los jeeps siguen. El primer día visitas el salar, duermes en un hotel de sal, y al día visitas unas cuantas lagunas, el árbol de piedra, etc. Y llegas a dormir frente a la laguna colorada. Y el último día gueisers, aguas termales, etc. Y ya de regreso a Uyuni. Nosotros, no sé exactamente el porqué, hicimos la ruta al revés (bueno, la hicimos exactamente como les dio la gana a los conductores de cristal)
Solo salir ya empezamos mal con el conductor. Fran, que así se llamaba el personaje en cuestión, nos vino a decir que si nosotros éramos buenos él sería bueno, pero que si nos comportábamos mal el sería mucho peor. Vamos, que el notas nos amenazó. O sea, que de entrada ya me cayó como una patada en el culo. Lo bueno es que cuando ya llevábamos no sé cuántas horas en el coche el tipo va y se detiene para comer. Yo le pregunto: “¿nos puedes explicar un poco que vamos a hacer?” (porque como decían los chicos aquello parecía un secuestro exprés, nos meten en el coche, no nos cuentan nada…) y el tipo contesta: “un momento” y acto seguido: “demasiado hablas tu”. Total, que como podéis imaginar en ese momento ya supe que el daño era irreversible y que iba a odiar a ese tipejo para el resto de mi vida. Pero con esa práctica que he adquirido durante muchos años de trabajo con taradillos varios, me mordí la lengua por no crear conflicto nada más salir del pueblo…
Ese día fue casi todo el día de coche, parando en diferentes lagunas, el árbol de piedra, etc.. Eso sí, hay que decir que el paisaje era espectacular. Aunque hacia un frio de la ostia.
Llegamos al parque al atardecer, bajo un cielo rosado, justo para ver como el sol se escondía tras la laguna colorada. Nos alojamos en un alojamiento (valga la redundancia, pero es que a eso no le puedo llamar ni hostal, ni albergue, ni nada por el estilo..) frente a la laguna. Si durante el día hacia frio, por la noche ni os cuento… Eso era para morir congelado. Además yo no tenía ropa adecuada, así que en la agencia me habían dejado un abrigo del año de la catapun (aunque aquí como van no sé cuántos años atrasados quizás sea el último grito en gabardinas, no sé..). Pero vamos, que tenía una pinta de indigente que era demasiado…
Hay estuvimos bailando las danzas típicas cada uno de sus respectivos países y jugando a cartas mientras esperábamos la cena. Estuvo muy divertido.
Ya después de cenar nos fuimos todos a la cama puesto que, supuestamente, al día siguiente teníamos que despertarnos a las 5 de la mañana para salir a ver los gueisers e ir a las termas. Pero bueno, digo supuestamente porque eso no llego a ocurrir jamás… Y es aquí donde realmente empieza la historia más bizarra de mi viaje..
A las 4 de la mañana llaman a nuestra puerta. Meredith dice: “són solo las 4” y al otro lado de la puerta se oye a Fran decir: “por favor, me han pegado, ¿pueden hacer unas fotos?”. Decir que en su tono de voz ya se denota un estado de intoxicación de alcohol bastante elevado. Nosotros, medio dormidos, no entendemos muy bien qué coño está hablando el puto borracho ese que en una hora y media se supone debe llevarnos sanos y salvos a visitar el parque. Pero bueno, como insiste con las fotos me levanto para hacérselas. Voy toda convencida pensado que debo hacer una foto a sus traumatismos craneales (o lo que sea) para tener pruebas si quiere denunciar a su agresor a la policía. Pero me pide que le siga. Le acompaño a la calle, en pijama y descalza (no olvidar el frio) y me encuentro con 3 tipos más. Empiezan de nuevo a discutir y se lían a ostias delante de mí. Yo claro, intentando parar la situación mientras no sé si gritar o reírme. Y cuando dejan de golpearse Fran me dice que tire una foto. A la que hago la foto uno grita: “¡fotos no!” (mismo como si de una estrella de Hollywood se tratase) y sale corriendo tras de mí. Y yo corriendo para el alojamiento gritando. Por suerte su estado de embriaguez creo que no le dejo avanzar más de 3 pasos… Tiempo necesario para llegar a la habitación, cerrar la puerta y mearme de la risa. ¡Putos borrachos!
Bueno, decidimos dormir un rato más sin ninguna expectativa de salir a las 5,30 de la mañana de allí. Continuamos escuchando sus discusiones hasta que, media hora después, encienden los jeeps y se ponen a dormir la mona.
Cuando sonó el despertador salimos a ver como estaba el patio. Descubrimos que los dos conductores estaban durmiendo y no parecía que fueran a despertarse. Había otro conductor de un grupo de ingleses que por lo visto también había formado parte de la fiesta particular que se habían montado los drivers mientras dormíamos, con final feliz de bocas partidas y narices rotas. Así que decidimos realizar un reportaje de investigación (ríase la Mercedes Milá) grabando videos y recopilando toda la información gráfica necesaria para reclamar la devolución íntegra del dinero invertido (vídeos de los borrachuzos, fotos de las botellas de whisky, la sangre por el suelo, los vomitados…).
Como no teníamos muy claro cómo íbamos a salir de allí, decidimos pedir ayuda a otro conductor de la compañía cristal que salía entonces con su grupo y el cual, supuestamente, no había formado parte del evento la noche pasada. El tipo se negó en rotundo a ayudarnos y nos dijo que con esa actitud no íbamos a conseguir nada. Que debíamos tener compasión. Es más, prohibió a los chicos de su jeep que hablasen con nosotros.
Como no teníamos muy claro cómo íbamos a salir de allí, decidimos pedir ayuda a otro conductor de la compañía cristal que salía entonces con su grupo y el cual, supuestamente, no había formado parte del evento la noche pasada. El tipo se negó en rotundo a ayudarnos y nos dijo que con esa actitud no íbamos a conseguir nada. Que debíamos tener compasión. Es más, prohibió a los chicos de su jeep que hablasen con nosotros.
Bueno, pues allí nos quedamos como quien dice compuestos y sin novio. En medio de quien sabe dónde y sin ninguna posibilidad de comunicación con el exterior (ni teléfonos, radios, tambores o señales de humo…nada).
El conductor del otro jeep de cristal vino a preguntarnos que queríamos hacer y le dijimos que no queríamos continuar con el tour, que nos llevaran a Uyuni. El tipo apestaba a alcohol que era demasiado. Él insistió en continuar, sin pedir en ningún momento perdón (es más, riendo y diciendo que jamás le había pasado algo así, pero que mira, mala suerte, nos había tocado a nosotros… ¡ves que bien! Desde luego, que afortunados que somos..). Por supuesto Fran ni dio la cara, ni se disculpó ni nada de nada. Ese tío estaba loco, absolutamente mal de la cabeza. Entonces quedamos en que se iban a descansar un rato y que a las 12 del mediodía saldríamos hacia Uyuni. Hay ya nos dieron desayuno (debían ser las 9 de la mañana, recuerdo que llevábamos en danza desde las 5, algunos desde las 4).
Apareció en escena el conductor del grupo de ingleses con cara de cordero degollado pidiendo disculpas por lo ocurrido. Por lo visto, según él, habían estado bebiendo con unos militares y se fue a dormir. Pero Fran entró en su habitación (o coche o donde puñetas estuviera durmiendo) y le pegó. Y ahí empezó la historia que tuvo en vela toda la noche a los energúmenos estos, conductores y militares.
Bueno, los conductores de cristal en vez de ir a dormir, se fueron a dar vueltas y a hablar por la montaña. Entonces, como vimos que no tenían ninguna intención de descansar y que, probablemente, lo que iban a hacer era seguir bebiendo, algunos del grupo fueron a decirles de irnos. El italiano les dijo que él podía conducir y uno de ellos contestó que podía tirarse a su mujer si quería, pero nunca tocar su coche… Aquí se ve el nivelazo de los conductores de cristal, altamente elevado. Y los tipos les dijeron que al final nos iríamos a las 2 del mediodía, cogieron un coche y desaparecieron.
A todo esto, a modo anecdótico, nos encontramos con Carlos, el chico portugués, que venía de Chile haciendo del tour desde allí. Por lo visto había pasado la noche en el alojamiento de al lado.
La cosa es que empezamos a barajar las posibilidades que teníamos de salir de allí (que eran prácticamente nulas). Pero la que se presentó con más fuerza fue la de coger el otro jeep (en el que estos idiotas se habían dejado las llaves puestas) y salir de allí por nuestra cuenta y riesgo (recuerdo que éramos 12 y el jeep era para 7 personas).
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh8i-ZXKlUill0MJTTOM-R1hJh1Ve8PsLU15ntQMeZbRGyWP8_mU7n4r4rkT7BEiBL0c0M8sdXmyckOXJsIsw_ucdL2pMB1x5eFyFNHxKhYKAzpNyKEzriVjAbVq8wlk7StMWdCelmX5B8/s320/Gato_con_Botas%5B1%5D.jpg)
Hay hubo una división de opiniones puesto que coger el coche podría considerarse un robo y no teníamos ganas de acabar nuestros respectivos viajes en una prisión boliviana. Así que unos cuantos fueron a hablar con los militares para ver que podíamos hacer. Pero estaba claro que si nuestro “salvador” particular se iba quedábamos perdidos y a merced de la voluntad de unos idiotas integrales. Y no sé cuántas horas de regreso a Uyuni, conducidos por dos borrachos y en un ambiente de lo más hostil no era algo que se nos antojara muy apetecible.
Finalmente hablando con los militares y los responsables del parque, conseguimos el permiso para robar el coche (que por lo visto era propiedad de la compañía cristal). Así que nos preparamos para realizar el robo consentido estudiando los problemas de logística que se nos presentaban, es decir, como coño íbamos a meternos 12 personas en ese coche.
El salvador dijo que en su coche cabía una persona. Y casualmente pasaron dos jeeps por allí a los que paramos. Les explicamos todo el percal y, por suerte, se trataba de un grupo de canadienses que iban con un guía argentino. El argentino aceptó echarnos una mano y llevar a dos personas más (el espacio que tenían) en su jeep, porque los conductores no querían. Estos bolivianos tienen el sentido de la ayuda al prójimo muy poco desarrollado.
Bueno, el tema es ese: 1 persona con el salvador, 2 con el argentino y los 9 restantes nos acomodamos lo mejor que pudimos en el jeep robado. Hasta ese momento yo me había mantenido muy tranquila, pero fue montar en el coche y sentir como la adrenalina subía por todo mi cuerpo. Alguien había estado comentando que uno de los conductores le había dicho que iba armado y me asaltó la idea de que llegaran y, al ver que nos habíamos fugado con el coche, empezaran una persecución con final trágico. Pero bueno, los nervios se me pasaron al ver (cuando conseguimos arrancar el coche empujando entre todos) que íbamos escoltados con un jeep delante y dos detrás, como si fuéramos celebridades. Solo faltaban las banderitas en los coches y los vidrios tintados.
Y así transcurrió el viaje, el italiano al volante, los demás apretujados y los otros coches velando por nosotros (porque el jeep se nos paró como 2 o 3 veces durante el camino).
Después de muchas horas, parada técnica para comer, baches, nervios, risas, música y de todo un poco, llegamos a Uyuni cansados y emocionados.
En la agencia no se podían creer lo ocurrido (o eso dijeron) y nos devolvieron todo el dinero. Lo bueno es que mientras estábamos esperando para cobrar, llegó el otro coche, el del conductor que no nos había querido ayudar, con las chicas llorando porque por lo visto habían tenido un accidente. Se ve que el tipo conducía borracho e iba haciendo eses por el camino hasta que el coche cayó por un pequeño precipicio… Así que mi recomendación vendría a ser que si alguien tiene intención de hacer el tour al salar de Uyuni no contrate la compañía cristal, porque por lo visto son todos unos impresentables.
Como en las situaciones límite la gente desarrolla una capacidad de unión mucho más elevada de lo habitual, los 12, ya compi tronkis declarados, buscamos un alojamiento juntos y decidimos contratar el tour de 1 día para visitar el salar al día siguiente.
La verdad es que al final la historia no salió tan mal, porque en el alojamiento donde estábamos nos encontramos con un grupo de gente la mar de majos. Entre ellos se encontraba un cantante (por lo visto conocido) chileno, que nos dedicó todo un repertorio de canciones aquella noche a la orilla del fuego. El momento cumbre de la noche fue cuando tocó el “caminante no hay camino” de Serrat. Que regalazo nos hizo ese hombre. Fue una maravilla. La música, el fuego, la compañía… ¡todo!
Al día siguiente los 12 partimos a visitar el salar. Es espectacular. Mires hacía donde mires solo ves blanco y más blanco. Y es que se trata del mayor desierto de sal del mundo con una superficie de 12.000 km cuadrados .Brutal.
Llegamos a la isla del pescado, una isla en medio del salar repleta de cactus, y allí comimos. Después nos dedicamos a hacer fotos divertidas (que están a la orden del día en el salar). La verdad es que lo pasamos muy bien. Ya éramos un poco más que compañeros de tour, éramos fugitivos unidos por la causa de salvar nuestras vidas, que no es poco…
Regresamos a Uyuni por la tarde y allí nos enteramos que Fran y el otro conductor se habían dado a la fuga. Por lo visto abandonaron el otro jeep (el cual desvalijaron esa noche) y desaparecieron. Por lo que nos dijeron estaban en orden de busca y captura ya que lo que habían hecho estaba penado con cárcel… No sé si creérmelo demasiado, pero no deja de ser un poco inquietante saber que, tal vez, dos bolivianos que nos odian a muerte, andan huyendo de la justicia mientras tiran dardos a nuestras fotos sedientos de venganza…
Llegó el momento de la despedida. Unos íbamos hacia la Paz, otros Santa Cruz, otros Cochabamba, Iñaki se quedó en Uyuni… Así que después de decirnos adiós nos dispersamos como las bolas de drac, cada una hacía un lugar, tras haber vivido, probablemente, uno de los viajes más locos de nuestras vidas.