dilluns, 12 de setembre del 2011

CAMBIO DE PLANES

Después de un viaje de 30 horas un poco coñazo, llegué a Posadas.
De Posadas tomé un colectivo y directa a San Ignacio. Allí me alojé en una casita-hostal muy mona en la que estaba absolutamente sola. Pero el lugar era muy acogedor, y los dueños, que vivían en la casa de enfrente, también.
El pueblo no tiene mucho de interés (a parte de las ruinas), pero es muy bonito. El paisaje es totalmente tropical y te da la impresión de estar en el Caribe, más que en Argentina. Me pegué buenos paseos bajo el sol (que ya lo echaba de menos!!).
Estuve visitando las ruinas jesuitas. Datan del año 1969 y la verdad es que el lugar es muy bonito (no solo las ruinas, sino también el paraje en donde se encuentran ubicadas). La historia la pintan como si los jesuitas hubiesen sido super héroes que crearon una civilización inédita. Yo no digo que no sea así, pero la historia está escrita por ellos… Me gustaría saber que opinaban los guaraníes de esta.
Luego visité las otras ruinas (también jesuitas) en las ciudades cercanas a San Ignacio. Estas no están restauradas, así que hace falta echarle mucha imaginación cuando el guía te cuenta, pero el lugar es hermoso.
A la vuelta de uno de los pueblecitos, al bus le explotó una rueda. ¡No veas como se movió todo!! Y seguimos como pudimos hasta un pueblo donde todo el mundo se bajaba, menos yo, que continué con el autobusero a cambiar la rueda. Todo un show, como siempre.
De San Ignacio viajé a Iguazú. Cuando llegué me dio la impresión de haber aterrizado en Salou. El lugar es muy turístico, pero por suerte, al ser temporada baja, no había mucha gente.
Visité las cataratas primero por el lado de Argentina. Solo ver la primera imagen de estas se me dibujo una sonrisa en la cara que creo que ya me acompañó todo el día. IMPRESIONANTE, de verdad. Una de los lugares más espectaculares que yo he visto en mi vida. Me pasé el día pateando para arriba y para abajo. Merece la pena tomarte tu tiempo para disfrutarlas.
En el parque puedes ver mogollón de animales. Sobretodo muchos tipos de pájaros, monos y coatís. Estos últimos son como mapaches gordos, que parecen super simpáticos y tiernos pero que, en cuanto ven comida, se transforman en monstruitos como los gremblins cuando les toca el agua y te atacan a muerte para quitarte las galletas o lo que haga falta… Yo vi un ataque en directo que, a mí personalmente me dio risa, pero a la chica a la que le saltaron encima creo que no mucha…
Aquella tarde llegaron 13 españoles al hostal (que han estudiado un curso de agroecología y después de pasar unos días haciendo un proyecto, ahora viajaban un poco) y nos fuimos de fiesta. Estuvo muy divertido, la verdad.
Con una buena parte del grupo fui, dos días después, a visitar las cataratas por el lado de Brasil. Si las del lado de Argentina me parecieron espectaculares, para las de Brasil es que no tengo palabras. Son brutales, de verdad, BRUTALES! La cosa es que me emocioné tanto, pero tanto, que cuando acabé el recorrido estaba agotada, y no era de caminar precisamente. Sentí muchas cosas en ese lugar. Está lleno de energía. Eso es para verlo. La belleza, el montón de agua, la fuerza con la que cae. Yo no lo puedo explicar con palabras, tenéis que ir.
Ese mismo día los españoles ya se fueron de regreso a Buenos Aires para tomar el avión. Y yo decidí partir al día siguiente. La cosa es que llevaba días dando vueltas al coco de a ver hacía donde tiraba. Y la verdad es que, llegados a este punto del viaje ya me siento con pocas ganas de continuar. Estoy cansada. Y, Brasil, se me antojaba demasiado grande, con otro idioma, otra moneda.. buf! Demasiada energía y yo con muy pocas ganas. Así que pensé que obligarme era quemarme (aunque me lo habría acabado pasando bien, seguro). Pero como el día de las cataratas en Argentina estuve con unos argentinos que me dijeron que las ballenas llegan para mediados de septiembre a Puerto Madryn, pues al final decidí volver a bajar hacía el sur de Argentina.. Porque más vale malo conocido… Haciendo parada en Buenos Aires, por supuesto..jeje!
Y nada, pensé en parar en Concordia en mi trayecto de descenso. La cosa es que, hablando por el facebook con Juan, uno de los chicos que conocí Simoca (el lugar donde nos acogieron tan bien, que nos dieron de cenar, sitio para dormir.. cuando íbamos haciendo dedo) que, justamente me había dicho que fuera informándole de mis pasos, porque él conocía gente de otros ayuntamientos por muchos sitios, me dio un contacto de un amigo suyo en Concordia. Por lo visto era el ex alcalde de la ciudad. Lo llamé antes de coger el bus y el tipo me dijo que estaba esperando mi llamada y que ya tenía hotel reservado, todo gratis.
Bueno, pues resulta que en Concordia se encuentra ubicada la tercera central hidroeléctrica más grande de Argentina: Salto Grande. Y que, este señor es el presidente de la misma. Un tipo muy importante.
Cuando llegué a la estación ya me estaba esperando un conductor que me llevo al hotel (que pertenece a la central). Yo, al entrar, flipé. Peazo de hotelaco!! En medio de un bosque, a orillas del río Uruguay… vamos, una maravilla. Lo mejor de todo es que, aparte de tener una habitación en la que podía dar clases de tango y una cama comodísima y grande como un barco, el lugar tenía aguas termales. En el mismo hotel había piscinas de agua caliente (cubierta y descubierta) donde yo me iba a hacer mis largos matinales. Y justo al lado un centro rollo caldea, en medio del bosque, con sus piscinitas, sus chorritos, su jacuzzi… Vamos, que he estado a cuerpo de reina. De relax, relax.
Encima me venían a buscar, me llevaban, me traían. Me hicieron un tour por la hidroeléctrica, visitando la represa, la zona de turbinas… Bueno, todo.
En el hotel casi no había gente, así que me hice coleguita de todos. Me tenían mimada. Vamos, que me han tratado super bien.
Además el hotel te dejaba bicis. Así que aproveché para darme paseítos por el bosque de alrededor del hotel, que es una maravilla.
También visité Concordia. Me pasó una cosa muy curiosa. El día que decidí parar en Concordia fue el día de las cataratas por el lado de Brasil. Ese día, ya he dicho, noté muchas cosas. Una energía muy especial. Una mariposa se paró en mi cámara y me miraba todo el tiempo. Estuvo un buen rato allí conmigo.
Decidí parar en Concordia sin ningún motivo de peso. No conocía nada del lugar, pero bueno, era por no ir directamente a Buenos Aires. Cuando estaba desayunando, estaba hablando con uno de los camareros que me trajo un mapa de la ciudad y me estuvo comentando que podía visitar. Y al final de su explicación me dijo: “bueno, también puedes ir al parque San Carlos que allí se encuentran las ruinas de una mansión donde Antoine de Saint-Exupéry pasó unos días mientras arreglaban su avioneta, que se averió justo aquí. En este lugar fue donde se inspiró para escribir el Principito, ¿conoces?”. La piel de gallina.
Así que fui, claro. El parque es muy bonito y, aunque la mansión está en ruinas, se aprecia claramente lo que esa casa fue.
Cuando subes unas escaleras, al fondo, ves una ventana enorme y, a través de ella, se ve el cielo y el rio como si se tratara de un cuadro. Mientras subía esas escaleras y me iba acercando a la ventana notaba tanta energía que se me llenaron los ojos de lágrimas. Fue como una especie de experiencia mística, o algo así, por eso no puedo explicarlo con palabras. Me senté en las escaleras  de atrás, bajo la ventana, frente al rio y me dediqué a saborear aquel momento. Que no estaba sola lo tengo más que claro…
En la mansión hay una placa dedicada al escritor. Y justo al lado una estatua del principito. Así que, aunque no sea un lugar espectacular, ese parque ha sido el lugar más especial que he visitado.
Bueno, después de mi visita al lugar me invadió la felicidad. Estaba feliz. Tremendamente feliz. Felicidad a un nivel incalculable. Como si me fuese a estallar el pecho porque este no estaba capacitado para albergar tanta felicidad…. Muy raro todo…
Después de pasar unos días en Concordia salí hacia Colon, donde tenía intención de pasar un par de noches. Pero los hostales eran tan caros que me compré el billete hacia Bs As para aquella misma noche a las 3h de la madrugada. Dejé mi mochila en la taquilla de los buses y me dediqué a patear todo el pueblo. Por la noche acabé en una peña donde tocaban música en directo y bailaban los bailes típicos de Argentina. Bueno, acabé haciéndome colega de todo el local, bailando con todo el mundo…¡ Me lo pasé bomba! Intentamos que me cambiaran el billete de bus para dos días después porque todos me insistían para que me quedase, pero no hubo manera… Así que nada, tuve que coger el bus de las 3h de la madrugada, caminito a Buenos Aires de nuevo… Que ¿quién me iba a mí a decir que regresaría tan pronto? Aunque como dice Guido: “muchas veces ya tenemos decididas las cosas, aunque aún no lo sepamos” . Y tal vez sea cierto, ¿no?




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